Se calcula que más de 2.000 millones de hectáreas (aproximadamente el 15%) de la superficie terrestre mundial sufre degradación del suelo, y que cada año se pierden otros 12 millones de hectáreas de tierra cultivable (una superficie equivalente a la mitad del Reino Unido) debido a las sequías, la desertificación y la sobreexplotación.
Por desgracia, es muy probable que el problema de la degradación del suelo empeore con el tiempo, ya que el cambio climático y las presiones demográficas aumentan la necesidad de alimentos, agua y saneamiento. Este desequilibrio de los ecosistemas está poniendo en gran peligro la capacidad de los sistemas alimentarios para suministrar alimentos nutritivos de forma sostenible.